domingo, 27 de agosto de 2017

Una flor marchita

La decisión es clara. El agua de Harlen será derramada por mi espada.

No puedo ir a la guerra si descubren que soy una chica. Mi amigo Braavosi se ha prestado para dejarme sus ropajes, pero eso no basta. Me vendo el pecho para que no se marque, pero tengo demasiado. Mi única opción es vestir una armadura que tape mi rostro y mi femenino cuerpo.

Mi opción más segura es ir al herrero de la ciudad, ya que en estos días anda muy liado preparando armaduras y espadas. Se acostará cansado después de estar todo el día martilleando en la fragua.
Llegamos a medianoche y no se oye nada por las calles. El único ruido proviene de las afueras donde están acampados gran parte del batallón de Altojardín junto con el ejercito Targaryen. Al llegar al taller observo que la ventana está abierta y me decido sin vacilar a trepar hasta ella. Mi amigo me echa una mano para poder subir empujándome las posaderas, lo cual hace que casi pierda el equilibrio. Le atizo una patada leve en su cara, aun así se ríe y yo le pongo cara de querer saltar sobre su cuello.
Al asomarme por el resquicio veo al herrero tirado en la cama, roncando como si un oso rugiera al ver peligro. Procuro ir despacio y sin hacer ruido pero no creo que se despierte, se le ve agotado. De repente oigo un ruido bajando las escaleras y me escondo. Alguien se me ha adelantado. Está buscando entre armaduras alguna para robar. La figura se gira y viene hacia mí. Creo que me ha visto... se está acercando...
-Sal de ahí, Gylia. Tenemos prisa... -es mi amigo-.
-¿Cómo has entrado? -Le pregunto mientras trato de tranquilizarme-.
-La puerta estaba abierta, se le habrá olvidado cerrarla con el ajetreo que llevará estos días.
Le atizo un puñetazo en el hombro y le digo que no me asuste más así. Intenta no reírse. No se si para no hacer ruido o para que no le atice otra vez.
Después de mucho mirar, descubro una armadura verde esmeralda brillante con motivos florales alrededor de todo el cuerpo como si de una planta enredadera se tratara que me cubre el cuerpo. Es perfecta para mi... pero, falta una pieza de la armadura... el casco.

¿Cómo voy a ocultar el hecho de que soy una mujer si me ven la cara?

Salimos de allí y nos dirigimos al bosque al lado del río sin tiempo para coger un yelmo parecido a la armadura, pues los ronquidos del herrero cesaron y es una mala señal.
Caigo de rodillas frente al claro del río. Me veo reflejada en el agua mientras mi piel se ve de un color plateado debido a la luna llena. Una gota de mis ojos cae en el agua y se forma una honda que se ensancha cada vez más. Mis esperanzas perdidas. Llamaré demasiado la atención...

-¿Quién eres? -me agarra del pelo y tira de él hasta ponerme casi de pie-.
-Me haces daño, ¿Qué estás haciendo?
-¿Quién eres? -continua gritando mientras saca un cuchillo-.
-Sabes quién soy... Gylia... tu amiga...
-¿Sabes quién soy yo?, ¿mi verdadero nombre?, ¡No! Yo no soy nadie... ¿¡Quién eres!?
-Gylia Gardener... ¿es eso lo que querías saber? ¡Suéltame! -coloca el cuchillo bajo mi nuca-.
-Si no quieres que sepan quien eres, tienes que convertirte en nadie...
-No, por favor, no lo hagas...-su mano aprieta mas fuerte el cuchillo y lo levanta produciéndome un corte-.
-¿Quién eres?

Mientras miro al suelo, observo como empiezan a caer al suelo una lluvia de cabellos rojizos mientras caigo arrodillada y casi sin aliento.
Como si de una rosa se tratara, los pétalos se desprenden de la flor y parece que me he marchitado. Me miro de nuevo en el claro del río. Pero dejo de llorar. Me seco las lagrimas y miro con apatía...

-...nadie, no soy Nadie.

A los ojos de los soldados, con la armadura puesta, el pelo corto y un poco de suciedad en la cara, parezco un hombre.
Mañana partiré hacia Dorne. Esta noche seré una mujer por última vez. Me quito la armadura delante del Braavosi. Inmediatamente se da la vuelta. Me desnudo y me meto en el agua. Él se da la vuelta.
Le digo que tiene un corte en la mano. Será mejor que se meta en el agua. Yo se la curaré.
-Quítate la ropa o la mojarás. -le digo mientras le sonrió y quito las manos de mis pechos para que los vea-.
Me giro y me sumerjo en el agua. Observo como se va metiendo poco a poco. Se ha desnudado por completo. Buceo hasta él y salto de repente para asustarle. Le cojo de la cabeza y trato de ahogarle de broma pero el me pellizca la tripa y le suelto pero no saca la cabeza. Me sumerjo junto a él. Nos miramos bajo el agua y comenzamos a besarnos. Al sacar la cabeza nos volvemos a besar. No consigo tocar el fondo con los pies. Me abrazo a su cuello con las manos y a su cintura con las piernas. Entonces noto como su miembro comienza a abrirse paso por mi entrepierna. Abro más las piernas y noto como se resbala dentro de mí hasta llegar a lo mas hondo de mi interior.
Un gemido corta el silencio y los lobos comienzan a aullar. Cada vez más deprisa. Me agarro cada vez más a él hasta arañarle. Su fuerza se ha multiplicado. Me saca del agua abrazado a él con su miembro metido y nos tiramos a la hierba de la ladera. Está pegado a mí. Solo puedo morirme de placer y contemplar las estrellas. No puedo más... mi entrepierna empieza a mojarse mientras me muerdo el labio inferior hasta que sangra y araño su espalda, él emite un gemido en mi oído. Cuando abro los ojos y miro la noche estrellada, la silueta de un dragón cruza delante de mí. Me duermo al lado de él.

Se hace el día. Me visto sin hacer ruido y me acerco al establo que hay en las afueras para coger el primer caballo que veo y emprender la marcha hacia el camino que lleva al Paso de Príncipe con todo el batallón a mi alrededor. No se si volveré a ver al Braavosi o si volveré a Cider Hall, ahora somos nadie.
Procuro no llamar la atención. A pesar de que estoy rodeado del ejercito Targaryen, ninguno me conoce o le parezco conocida, simplemente miran mi armadura verde que choca con la suya siendo tan oscura y rojiza. Me he adelantado a los Tyrell, pero no parece importarles. Al fin y al cabo, nos dirigimos al mismo lugar.

En los primeros meses, las ciudades más cercanas al Dominio y no tan metidas en las montañas que dividen a Dorne del resto de Poniente, estaban casi vacías. Los asaltos realizados no supusieron un problema y no hubo que lamentar muchas bajas en los dos bandos cuando atacamos las Montañas Rojas. Por mi parte era un alivio. No estaba dispuesta a matar inocentes de lugares que no conocía. Los dornienses utilizaban las montañas como refugio secreto en este tipo de situaciones. No solo los inocentes, los guerreros esperaban el momento idóneo para saltar sobre los invasores del norte cuando tuvieran una clara ocasión. Yo lo sabía, el rey Harlen lo sabía, pero el resto no. Y los dos guardamos el secreto. Pues una incursión a las montañas dornienses significaría nuestra ruina. Si nos pillaban por sorpresa, sería al ejercito Targaryen a quienes pillarían desprevenidos. De este modo, el rey Harlen sugirió a Aegon que una táctica para dominar de una manera rápida y efectiva Dorne, sería dividirnos en dos grupos. Targaryen por el norte y Tyrell más al sur. Si atacaban, sería primero a ellos y nosotros estaríamos preparados.
Aegon no se lo pensó mucho, llegaban noticias de cuervos que hablaban de las victorias por el Este de la reina Rhaenys a lomos de Meraxes y Lanza del Sol estaba a punto de caer bajo el fuego del Dragón.

Nuestro ejercito partió hacia el sur rumbo a Sotoinfierno. Los Tyrell sabían que era demasiado fácil una victoria así contra los Martell, y más aún cuando todavía no se habían pronunciado. Preferimos mantener las distancias y ver que ocurriría. No sería la primera vez que Harlen permanece impasible mientras el resto lucha. Cada día que pasa tengo más ganas de acabar con él.

Cada día a caballo que recorríamos hasta nuestro destino nos preguntábamos cual sería la trampa que nos tenían preparada los dornienses. Pero no ocurrió nada, no había nada, ni nadie. Solo encontrábamos desierto y calor. En cada aldea que parábamos solo encontrábamos casa abandonadas, vasijas rotas, ni rastro de vida ni agua. Nuestra única esperanza era llegar a Sotoinfierno antes de morirnos de sed, pues nuestros recursos estaban casi agotados. A dos días a caballo, eramos menos de la mitad de jinetes y soldados. Si no se riega el jardín, las flores se secan.
El miedo se apoderó de nosotros cuando vimos la ciudad ante nosotros, pues sabíamos que encontraríamos agua en ella ya que la ciudad se asienta cerca del río Azufre. Todos comentábamos que no nos importaba si el agua estaba caliente. Beberíamos hasta que el río desapareciera. Pero temíamos un ataque fortuito del enemigo. Que mejor estrategia que esperar a nuestra desesperación para hacernos caer en una trampa. Pero allí tampoco había nadie. Fue un alivio para todos. Por unos días olvidé mi venganza y todos los allí presentes nos dedicamos a abastecernos y recobrar fuerzas mientras esperábamos noticias del este.
Días después, recibíamos noticias de que el fuego del dragón había llegado hasta Lanza del Sol, pero ni rastro de los Martell. No había nadie que hincara la rodilla. Todo Dorne había sucumbido ante las hordas de guerreros llegados desde el norte pero solo las condiciones climáticas habían hecho bajas a su paso. Los soldados que se habían enfrentado y que no tardaron en rendirse eran solo ancianos, mujeres y niños. ¿Dónde estaba el resto? Nos hacíamos esa pregunta los habitantes del Dominio, pero a los recién llegados dragones no les importaba. Pronto se declararon vencedores de la guerra contra Dorne y dejaron la capital a manos de Lord Rosby y bajo el ejercito de Harlen, dividiéndose a lo largo del territorio y quedándonos unos cuantos en Sotoinfierno. Todavía me encontraba entre el ejercito del rey, pero era imposible atacarle sin que nadie se diera cuenta. Entre tanta paz y calma no podría llevar a cabo mi venganza.
Me había acostumbrado al calor del sur. De vez en cuando me escapaba por las noches al río Azufre para bañarme mientras contemplaba desnuda las estrellas. Procuraba que nadie me siguiera, pues si algo hace la guerra son las ganas de yacer con una mujer, y mis compañeros hacía meses que no veían a ninguna. Quien sabe que podrían hacerme. Pensaba en mi amigo Braavosi. No se cuales eran sus planes de futuro, pero se que no vendría a una guerra que no le concierne y menos a matar por venganza. La noche que pasamos juntos me habló del Dios de Muchos Rostros, una deidad que veneraban en Braavos una sociedad secreta de asesinos cuya mayor virtud era la discreción a la hora de convertirse en Nadie. No solo me enseñó a luchar, me enseñó a hacerlo con discreción si quería convertirme en una verdadera vengadora a mi causa. Él dijo que no podría ayudarme más. Pues hasta el último memento me decía que convertirse en Nadie significaba olvidar mi pasado, pero el sabía que no podía dejarlo atrás. Le echo de menos.

¿A que se suponía que estábamos esperando? ¿A que llegaran los dornienses por sorpresa? Parece ser que sí. Aegon también había hecho planes para nosotros. Eramos el señuelo hasta que aparecieran los sureños y nos dieran caza. Harlen quería volver a casa, pero el precio por ser el Señor del Dominio era algo más que hincar la rodilla frente al Conquistador. Veía el miedo en su rostro cada día que pasaba. La calma era su mayor castigo.
Hasta que un día, los dornienses aparecieron. Ya habían atacado La Selva en Tierras de la Tormenta, territorio Baratheon. Pero se encargaron de que la noticia no nos llegara hasta que fue tarde. Durante meses estuvieron vigilando cada asentamiento enemigo y preparaban su estrategia de ataque hasta que pasaron a la acción. Su plan no era acabar con todos, sería imposible. Más bien querían hacer prisioneros para después llegar a un acuerdo, y así lo hicieron. Retomaron Lanza del Sol y acabaron con Lord Rosby pero más al norte retuvieron a Orys Baratheon, amigo fiel del rey a cambio de su peso en oro. No pidieron la retirada de tropas, solo querían hacer enfurecer al rey y lo consiguieron, porque además le cortaron la mano de la espada a Orys.
En Sotoinfierno estábamos rodeados, al norte y oeste los dornienses, al sur el río y al este las montañas. Creíamos que llegarían a tiempo barcos desde Lannisport para rescatarnos pero nuca llegaron. Nuestra única elección era pelear hasta el último aliento.

Durante todo el día, luchábamos sin parar, frenando las hordas de guerreros que no dejaban de bajar de las colinas de Skyreach que se acercaban a los muros del castillo. Yo no le quitaba ojo al rey. Al caer la noche, poco a poco nuestro ejercito sucumbía al calor y el agotamiento. Muchos se rendían, pero los dornienses no hacían prisioneros en sus tierras.
En un abrir y cerrar de ojos, el rey salió huyendo hacia el torreón más alto de la fortaleza sin custodia alguna. El muy cobarde era capaz de esconderse con tal de permanecer vivo el tiempo que hiciera falta. Corrí tras él. Era mi oportunidad para vengarme, pero corría el riesgo de morir a manos de los dornienses. Mi otra opción era escapar, por los pasadizos secretos que conocía del castillo y que oculté al resto, de esta manera, me aseguraba que el rey nunca huyera de aquí y yo sí en caso de peligro. Pero escapar de aquí tampoco suponía la esperanza de vivir. El sur es un lugar inhóspito cuando el verano no parece terminar nunca. Debo decidirme ya, ¿acabo con él o huyo?




No hay comentarios: